El pasado sábado 8 de junio de este año 2019, se celebró por segundo año la Asamblea que cierra el curso de nuestra Unidad Pastoral Dulce Nombre de María-María Milagrosa, en el Barrio de Delicias de Valladolid.

Dos palabras del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua resumen perfectamente lo que pasó el pasado sábado en la ermita de San Isidro que pertenece a nuestra Unidad Pastoral:

— ASAMBLEA: “Reunión general de miembros de un colectivo para decidir sobre asuntos comunes”.

— ENSAMBLAR: “Construir una cosa uniendo y ajustando perfectamente las piezas o elementos que la forman”.

El año pasado, desde el Consejo de la Unidad Pastoral, se planteó constituirnos en Asamblea para dar voz a todos los miembros de la misma. Fue una apuesta innovadora, ya que se pedía la participación de toda la comunidad. Nos exponíamos a nuestros más temidos críticos: nosotros mismos. Para ello teníamos que conocer los grupos que forman la comunidad; saber lo que hace cada uno y compartirlo; dar la importancia que cada tarea tiene, ya sea grande o pequeña; preguntarnos qué queremos ser y hacer dentro de la Unidad Pastoral; definir nuestro estilo y seña de identidad como defensores de los valores y enseñanzas cristianas… En fin, no se trataba de acatar exclusivamente las propuestas del párroco, sino aceptar las que toda la comunidad consensuara en esa “reunión general de miembros para decidir sobre asuntos comunes”.

Y así, nos definimos. Queríamos asumir el lema de ser “Iglesia en salida”. Marcamos dos líneas de actuación por cada una de las dimensiones que se desarrollan en la Unidad Pastoral: COMUNIÓN, CELEBRACIÓN, ANUNCIO Y SERVICIO.  Y el pasado sábado era el momento de echar la vista atrás y revisar aquellos puntos que se acordaron y ver cómo y cuánto habíamos profundizado en ellos.


Al margen de lo evaluado, la experiencia está siendo muy bien valorada por la comunidad, ya que en estas Asambleas rascamos un poco la superficie de cada uno y nos hacemos conscientes que no somos equipos que juegan una liga individual, ni para su propio beneficio o satisfacción, si no que tenemos un objetivo común que debe estar presente siempre, en todo lo que hacemos: Dios.

Para ello, necesitamos un combustible que facilite llegar al objetivo, un prisma bajo el que, lo que vemos, juzgamos y actuamos, nos permita vislumbrar la senda para llegar a Él. Ese prisma es el AMOR, con mayúsculas. Ya dijo San Agustín “Ama y haz lo que quieras”. No hay que dar muchas vueltas a esta frase. Es tan sencilla como rompedora. Al igual que el mensaje del Evangelio.

Al acabar el momento asambleario, nos unimos todos a la Eucaristía, una celebración compartida donde pedimos y dimos gracias por nuestra Unidad Pastoral.

Y de la misa a la mesa, terminamos el encuentro con una enorme paella, que alimentó a unas 100 personas, preparada por el equipo de intendencia parroquial, que lo mismo vale para un roto que para un descosido. Después de los entrantes, de la paella y de los diferentes postres, donde cada uno pone su amor y creatividad, charlamos a la sombra de los frutales de la ermita, mientras otros estaban a los tantos, al pinte y a la brisca.

En resumen, estas Asambleas nos sirven para “ensamblar” nuestra Unidad, hacer que todos los miembros se ajusten perfectamente y que nos sintamos parte activa del proyecto común. Creo que aplicando la receta de San Agustín, esta Unidad Pastoral irá adquiriendo cada vez, un significado más pleno: Ama y haz lo que quieras: si callas, calla por amor; si gritas, grita por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor. Exista dentro de ti la raíz de la caridad; de dicha raíz no puede brotar sino el bien (San Agustín, 354-430).

Susana Pesquera

http://www.misionerospaules.org/noticias/990-final-de-curso-2018-19-de-la-unidad-pastoral-de-valladolid

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