Estamos a punto de iniciar la Semana Santa,
tiempo que la Iglesia nos ofrece para intensificar
nuestra comunión con el Señor Jesús, a través de la
contemplación y la celebración de su misterio
pascual. El propósito no es otro que el de formar a
Cristo en nosotros (cf. Gl 4,19), insertándonos en el
dinamismo fecundo de su vida donada por amor.
San Vicente no se refería a otra cosa, al exhortar a
sus Misioneros: «Pido a nuestro Señor que podamos
morir a nosotros mismos, a fin de resucitar con él.
Que él sea la alegría de vuestro corazón, el fin y el
alma de vuestras acciones y vuestra gloria en el
cielo. Así lo será, si, en adelante, nos humillamos
como él se humilló, si renunciamos a nuestras
propias satisfacciones para seguirlo, cargando
nuestras pequeñas cruces, y si entregamos de buen
grado nuestra vida, como él entregó la suya, por
nuestro prójimo que él tanto ama y quiere que
amemos como a nosotros mismos» (SV III, 629).
A continuación, presentamos breves
resúmenes del sentido espiritual de cada día de la
Semana Mayor, de modo que podamos vivenciarla
iluminados por la Palabra de Dios, nutridos por la
Liturgia e inspirados por la espiritualidad vicentina.
Y el fruto maduro que esperamos cosechar es el de
una creciente conformidad con Jesucristo
evangelizador de los pobres, que nos invita a
despertar auroras de resurrección en medio de las
noches de la historia.


0 comentarios

Deja una respuesta

Marcador de posición del avatar

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *