El día 20 del pasado mes de septiembre de este año 2019, un buen número de feligreses -y, sobre todo, amigos-, de la Unidad Parroquial Dulce Nombre-María Milagrosa, de Valladolid, tuvimos la inmensa fortuna de poder acompañar a “nuestro” P. Eugenio López Rojo, C. M. en la celebración de su 60 Aniversario de ordenación sacerdotal.
Conociéndole, la primera información la tuvo el mismo día por la mañana, no le hizo demasiada gracia, pero en conversaciones posteriores con él, asumió que “no se puede negar a los hechos” y lo aceptó, como lo ha hecho toda su vida. Me imagino que así lo hacía con sus padres y así ha seguido haciéndolo a lo largo de toda su vida, con humildad, con fidelidad a su ministerio, con entrega a todos los que han estado y estamos junto a él. Así se lo recordamos en la “monición de entrada” leída al comienzo de la Eucaristía.
Un momento importante de la Eucaristía fue su homilía. No se salió del guión, pero sí nos recordó alguna rememoranza de aquel 20 de septiembre de 1959, en Salamanca: “Yo no era consciente, no sabía lo que me esperaba, a todo lo que me comprometía. Hoy, después de 60 años, doy gracias a Dios porque fui imprudente, porque me atreví a lo que me pedían. Señor, aunque valgo poco, aquí me tienes”. Y así continuó durante los minutos de su intervención.
Al final de la Eucaristía, animada por el Coro parroquial, en la acción de gracias, se le homenajeó por su dedicación, entrega y fidelidad, agradeciéndole toda su actividad durante estos últimos ocho años, mediante unas frases muy bien escogidas y mejor entonadas. El P. Eugenio solo tuvo una palabra: ¡GRACIAS!
Al final de la celebración, en los salones parroquiales, los asistentes fuimos invitados a tomar un pincho acompañado de un vino.
Gracias, P. Eugenio, por todo lo que nos regalas cada día.
Bruno Iglesias Páramo
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