Esperamos que en próximas ocasiones podamos subsanar las deficiencias técnicas.
En este domingo, VI de Pascua, celebramos la Pascua del enfermo bajo el lema: Acompañar en la soledad. Uno de los objetivos del plan pastoral diocesano es “abordar y acompañar las situaciones de soledad…”. Este tiempo de Coronavirus también ha unido más hondamente pobreza y soledad.
1) Miedo y fragilidad en el cenáculo. Jn 14,15-21 nos sitúa en el Cenáculo antes de que Jesús deje a sus discípulos y surja el miedo a la soledad. Miedo a no ser valientes para cumplir el encargo, miedo ante la ausencia y lejanía del Maestro, miedo a que se enfríe el amor y la unidad creada. ¿Acaso el miedo, la soledad, no es signo claro de nuestra fragilidad?
2) Familia/Comunidad. La invitación como cristianos es a ser comunidad, a formar una familia que se extiende más allá de la sangre y de la cultura. Para ello, acoge en el corazón la tradición, es decir, lo que nos constituye, te guste más o menos; escucha la Palabra de Dios; recibe el Espíritu Santo; ama a Dios y a tus hermanos más necesitados. Estas son las condiciones para formar parte de la gran familia de los cristianos.
3) Envío y transformación. No te prometo una vida sin dificultades, te ofrezco el Espíritu de la Verdad para que te oriente en las pruebas. No te aseguro una vida fácil, pero te prometo que estaré siempre con vosotros. No desterrarás la soledad o la enfermedad de tu existencia, pero podrás vivirlo con Amor, a Dios y a los hermanos. Este encargo es primero un don que ya has recibido.
0 comentarios