Estrenamos camino, o caminos. Si se prefiere, renovamos nuestra condición más profunda y bella: la de ser caminantes en busca de lo más bello y mejor, en busca de una “ciudad” que no se acaba, donde se vive solo de amor. Todo a nuestro alrededor nos habla de caminos: de empezar y estrenar caminos, de mejorar o enderezar caminos, de hacer caminos nuevos al andar, de allanar caminos…
Un Adviento nuevo, que es siempre camino. Adviento y Sínodo. Sínodo y Adviento. Dos caminos en un solo camino, dos gracias del cielo para ponernos todos y juntos en el verdadero camino eclesial, que es siempre camino sinodal (de ir juntos, de rezar juntos, de discernir y cribar juntos, de analizar y concluir juntos, de construir juntos…). Pueblo de Dios, al fin, y nación santa y sacerdotal; miembros todos de la misma Iglesia y familia.
Toca moverse y hacer camino mientras vamos andando. Ha sonado la campana del Adviento sinodal, la campana para ponernos en camino, con decidida determinación, que por algo y para algo los discípulos de Jesús nos llamamos “los discípulos del camino”. Hagámoslo con Ella, la Virgen del camino, la Madre que protege siempre y en todos los caminos.
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