Solo en Dios descansa nuestra esperanza y nuestra vida cobra sentido. Te invitamos a que en este día, en estos momentos, puedas acudir a Él.
Este domingo te invitamos a que recorras tu propio camino de Emaús. Pero antes lee Lc 24,13-35, ya que seguro en ti ocurre la misma dinámica:

1) Fracaso. Los dos discípulos convencidos de que Jesús había fracasado, “tiran la toalla”, abandonan y vuelven a sus vidas ordinarias. ¿Cuántas veces el desánimo o el sin sentido ha invadido tu vida? Tus acciones a medio gas, palabras sin Espíritu, pensamientos negativos… son señal de que tus pasos se alejan de Jerusalén.

2) Encuentro. La primera lectura de Hch 2,14.22-33 ya nos lo recuerda: a pesar de todo, no me abandonarás. Jesús sale a nuestro camino especialmente en la fragilidad. Como los discípulos, no vayas solo, déjate acompañar y acoge al peregrino misterioso que se pone a tu lado. La Palabra de Dios y la Eucaristía, es decir, la presencia de Dios en la historia y la entrega de tu vida por el que lo necesita, nos llevan a responder afirmativamente: ¿No ardía nuestro corazón?.

3) Testigos Misioneros. Vuelve (si te has ido)… para compartir con los demás tus experiencias de encuentro con el resucitado, no tengas miedo de anunciarlo. Actúa con “temor de Dios (respeto)” ya que podéis llamar Padre al que juzga (1Pe 1,17-21). Y sobre todo, ten manos de misericordia con los que te rodean.


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